17 de noviembre de 2013

Asesinato en el Orient Express

Autora: Agatha Christie

Estambul, pleno invierno. Hércules Poirot decide tomar el Orient Express, lujoso transporte transeuropeo que en esta época del año suele hacer su recorrido prácticamente vacío. Pero aquel día, el tren va curiosamente lleno y sólo gracias a sus contactos consigue una litera en el coche-cama. A la mañana siguiente, ya en tierras yugoslavas, descubre que una tormenta de nieve ha obligado a detener el tren y que un americano, llamado Ratchet, ha sido apuñalado salvajemente. Aparentemente nadie ha entrado ni ha salido del coche-cama. El asesino, sin duda, es alguno de los ocupantes. A partir de entonces comienza un juego de intelectos entre Poirot y el asesino para ver quien se lleva el gato al agua.

Si hablamos de misterio es imposible evitar que el nombre de Agatha Christie salga a la palestra. Y es que sus centenares de historias detectivescas han definido por completo todo un género en sí mismo: el policíaco. No obstante, siempre parece que cuando se lee una obra de Christie y se compara con otra del género, parece que hay algo que gusta más, que da grandeza a la obra y que la aleja del artificio que encontramos en la novela actual. Se nos presenta el caso desnudo, con un solo escenario y solo la mente del detective, el sin par Poirot en este caso, para solucionarlo. Nada de tecnología, nada de sobrenatural, el lector tiene la misma información que Poirot y puede ir haciendo sus cábalas a través de la información que recaba el detective.

Esa es quizá la gran virtud de la novela. El lector se encuentra con los datos en bruto, sin mascar, y esto provoca que se vaya más allá de la lectura tradicional haciendo que inconscientemente vaya buscando pistas en las declaraciones, que pase páginas hacia atrás para ver si dos declaraciones concuerdan. En muchas ocasiones dan ganas de sacar una libreta y apuntar datos para resolver el crimen antes de terminar. Porque pese a toda esa sencillez (un solo escenario, una sola solución racional, unas escasas pistas) Christie consigue verdaderamente abrumar al lector y poner a prueba su intelecto a base de simples pero a la vez retorcidas series de pistas y declaraciones que provocan que cuando estás a punto de resolver el embrollo haya un giro y todas tus teorías se desmoronen. Un cebo genial para provocar que la lectura siga hasta el final (es además una novela corta y muy digerible, ideal para leer en viaje o en la comodidad de la cama). Un final que, por cierto, es uno de los mejores que se han visto escritos en papel, tanto por como resuelve la trama como por las palabras elegidas para concluir la obra.

En cuanto a la historia y la forma narrativa, poco que decir. Los personajes tienen un desarrollo simplemente genial, partiendo de unos pocos rasgos sencillos y arquetípicos, clásicos en las novelas de la autora, pero que sirven perfectamente a los propósitos de la trama, de nuevo simples pero suficientemente sólidos y misteriosos como para formar un conjunto compacto y redondo. La manera de narrar es muy satisfactoria y encaja perfectamente con el ambiente de la obra, con un estilo muy teatral (menos acusado que en otras novelas) y una construcción simple y entendible incluso por aquellos no muy adeptos a la literatura clásica.

No hay mucho más que decir en una crítica que haga suficiente justicia a una obra tan bien construida y tan redonda. Cuesta mucho no recomendar a alguien que lea un libro, por limitado que sea en alguno de sus apartados, pero en este caso es imposible no exigir, exagerando, que os embárqueis en un fenomenal fresco de misterio, con el encanto inglés y sencillo que solo Agatha Christie puede conseguir. Todo un imprescindible atemporal.


Lo mejor: Todo. Personajes, trama, narrativa... Especialmente impresionante la resolución del misterio, una de las mejores en la historia de la literatura.

Lo peor: Nada. Solo te lo deberías perder si odias la buena literatura.

Puntuación:
Historia: 10
Personajes: 9,5
Estilo narrativo: 10
NOTA MEDIA: 9,8


Ruben Betta


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